"¿Has pensado en los que irán
ahora a dormir en nuestra cama? ¡Qué poco sospecharán lo que han
visto! ¡Sería bonito escribir la historia de una cama! Así, en
cada objeto vulgar hay maravillosas historias. Cada adoquín de la
calle tiene quizá su lado sublime."
Durante la presentación de su libro en
Montilla, Néstor mencionó una de las cualidades que yo ahora
considero de las más importantes para escribir, la capacidad de
extrañamiento. Comenzó a hablar sobre cómo una fotografía de una
mujer mirando a través de una ventana, podía desencadenar, en la
mente correcta, una historia capaz de sorprender de la forma en la
que La noche del pollo frito
lo hace.
Mientras
Néstor explicaba de dónde surgió esta idea, se cruzó en mi mente;
''Hostelería con estilo'', escrito en el lápiz que utilizamos para
corregir y tomar apuntes sobre mis textos el día que nos vimos en El
Perelló. Tal vez recuerdo con tanta nitidez aquel simple lápiz por
el hecho de que las preguntas al verlo brotaban solas en mi mente;
¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Cuántos textos habrá
corregido?
Y
entonces lo entendí todo. Entendí de lo que se trataba
deshabituarse, extrañarse ante lo cotidiano, fascinarse ante
pequeñas cosas y al darse cuenta de esto, comenzar a crear, a
inventar en base a lo que vemos todos los días, pero que cuando nos
paramos a analizar, pueden contener grandes historias.
Creo
que no es un ejercicio innato, que se debe trabajar para potenciar
nuestras capacidades de extrañamiento si queremos ser capaces de
reflejar en el entorno sentimientos o emociones que puedan
experimentar los lectores, desde el punto de vista de los personajes.
En la
presentación de Todas son buenas chicas en Montilla, se trataron
temas muy interesantes de los que espero poder hablar en próximas
entradas.
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