Entre mis creencias, tengo la de que el síndrome de la página en blanco, o la falta de inspiración, en realidad no
significa que no hay nada que decir y, por tanto, que no hay nada que escribir.
Todos tenemos algo que decir, pero a veces no sabemos cómo canalizarlo para
llenar esa página en blanco o, dicho
de otro modo, no sabemos ir en busca de la historia adecuada.
Sin ser un erudito, tengo también la convicción de
que el problema está en la capacidad de
extrañamiento, en deshacernos del automatismo de nuestra mirada sobre el
entorno cotidiano.
El sábado tuve la oportunidad de guiar una sesión de
narrativa, invitado por la Asociación
Filosofía para Niños (Link)
que, aunque por el nombre de la entidad no lo parezca, estaba dirigida a un
grupo de filósofos y de profesionales de la psicología y la educación. Si bien
muchos de los asistentes tienen publicadas obras de divulgación en el ámbito de
sus actividades, ninguno tenía experiencia en novela o narrativa breve.
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Los simbolismos de «¿Y usted le cree al Cacas?» |
Comenzamos con la lectura de «¿Y usted le cree al
Cacas?» (Link),
uno de los cuentos más breves de Todas son buenas chicas. A continuación los asistentes debatieron
sobre los simbolismos que abrían las puertas a la verdadera esencia que
envuelve la historia. Creo que si el análisis lo hubiesen trasladado al papel,
habría multiplicado por diez o por veinte la extensión del cuento.
EL
BINOMIO EMOCIONAL
Lo que siguió a la lectura y debate del relato fue
mi propuesta de una actividad de extrañamiento y creatividad. En realidad, es
una reelaboración, made in casa, que he hecho sobre El binomio
fantástico de Gianni Rodari
combinada con una lluvia de ideas (brainstorming).
A partir de un elemento cotidiano que funciona como
generador, escribimos la mayor cantidad posible de palabras que dicho elemento nos
sugiera, hasta dar con una que conecte con una emoción básica propuesta, en este
caso, SORPRESA. No importa que luego ese elemento cotidiano no aparezca en el
relato. Eso da igual. Solo es un disparador.
A modo de ejemplo, escribí TAZA (elemento cotidiano)
en la pizarra, y comenzaron a surgir palabras directamente relacionadas con el
objeto: Café con leche, azúcar, cucharilla, desayuno, etc. Entonces intenté
impulsarlos a «ver más allá de lo cotidiano». A partir de ese momento surgieron
palabras como encuentro, intimidad, pareja, soledad, cansancio… Finalmente,
vinculamos taza-encuentro-sorpresa. Solo restaba espesar la historia
respondiendo a las siguientes preguntas:
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Con los asistentes a la sesión. |
¿Dónde?
(espacialidad)
¿Cuándo?
(temporalidad)
¿Quién/quiénes?
(Personajes)
¿Por
qué? (Conflicto)
Luego les entregué, al azar, una emoción escrita en
un papel y un elemento cotidiano (un corcho, un imperdible, una pila, una pinza
de tender la ropa), y les puse una limitación: en el relato que iban a escribir
no debía aparecer la palabra correspondiente a la emoción que les había
tocado, ni siquiera un sinónimo. Había que mostrarla.
Algunos se encontraron con binomios aparentemente
imposibles, como «botón y asco», «pinza de pelo y miedo», «pila y alegría», que
aceptaron con gestos de desconcierto, pero que se fueron convirtiendo en
sonrisas a medida que avanzaban en el brainstorming y encontraban relaciones insospechadas. Tras veinte minutos, y luego
de responder las preguntas indicadas, aparecieron microrrelatos muy buenos, acompañados
de caras de asombro y satisfacción.
EXTRAÑAMIENTO
Y CREATIVIDAD
He probado esta actividad con alumnos de los cursos de narrativa, siempre con
resultados inmejorables, lo cual me demuestra que se puede ir en busca de la inspiración.
Existen infinidad de ejercicios de creatividad, pero a mí me gusta este porque, por un
lado, requiere romper con la correspondencia significado-significante, y por el otro, obliga a mostrar las emociones en lugar de explicarlas.
Como ejercicio de extrañamiento, es el camino para encontrar historias que
simbolicen nuestro «algo que decir».
Vuelvo, entonces, sobre una frase que escribí en una
de mis primeras entradas (Link):
«La cotidianeidad automatiza la mirada sobre la realidad que nos
circunda, devora los objetos, los descarta, y el escritor debe volver sobre
ella con sentimiento de extranjería.»
La
realidad es rica en detalles que la trascienden, pero nuestro cerebro, que se ha
habituado a verlos a diario, ya no los percibe. ¿Qué relación puede haber entre
un botón y el asco?, me preguntó uno de los asistentes. Muchas más de lo que
imaginas, le dije.
Os
invito a que ejercitéis el extrañamiento, y descubriréis que el miedo al folio
en blanco es un tópico.
Más sobre extrañamiento y creatividad en el Taller Online de Técnicas Narrativas del Ateneo Literario.
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