En estos días se cumplen seis meses de la publicación de
«Todas son buenas chicas», y creo que estoy en condiciones de discernir qué
cosas no haría para promocionar un libro. Para ser honesto, los únicos
parámetros de comparación que tengo para evaluar la marcha del libro son las
experiencias de mis colegas, y que me indican que estoy por el buen camino, ya
sea por los ejemplares vendidos como por el reconocimiento que estoy notando.
Del mismo modo que me gusta llegar a la esencia del hecho
literario, también es importante bucear en la sustancia de la cual se nutre la
promoción de un libro, que no difiere mucho de la de un perfume o de una lata
de sardinillas en aceite de oliva. Vamos por partes.
Aunque en el último siglo con los avances tecnológicos, sobre
todo en informática, se han abierto nuevos canales de comunicación para llegar
a más público ―y de forma más directa―, nada de eso ha cambiado las razones
universales que nos mueve a comprar algo. Las personas adquirimos productos por
dos razones: Satisfacer necesidades (pan), y satisfacer deseos (coches de alta gama). En la
compresión cabal de algo tan básico reside la estrategia de una promoción.
Parece muy obvio, pero no lo es. Por ejemplo: En mi vida, he tenido que comprar
algunos taladros, pero lo cierto es que nunca he necesitado taladros. Lo que en
realidad necesitaba eran agujeros.
Como nuestras razones de consumo no han cambiado, los
conceptos básicos de una promoción (y de la venta) siguen siendo los mismos:
Encontrar la necesidad del consumidor, y si no existe, crearla. Tampoco ha
cambiado aquello de “más vale bueno conocido que bueno por conocer”. ¿Por qué
voy a invertir X euros en el libro de un ilustre desconocido como Néstor Belda,
si con el de aquel otro autor, que ya conozco, tengo ciertas garantías de
disfrute? La realidad es que solo confiamos en un producto por dos razones:
porque el vendedor se ha ganado nuestra confianza o porque alguien de nuestra
confianza nos lo recomienda. Básico, ¿no? Es decir, si tú, que no te conozco de
nada, me dices que tu libro es bueno, desconfío.
No voy a dar recetas mágicas. No existen, o si existen, no
las tengo. Y como tampoco soy especialista en marketing ni en redes sociales, solo
explicaré lo que hoy yo, Néstor Belda, haría (o no) para promocionar mi libro, en
el supuesto de que apretara el botón reset y empezara de nuevo. Toda mi
experiencia es fruto de una combinación de ensayos y errores, una dosis de
lecturas especializadas, más otra de sentido común.
1. NO PEDIRÍA RESEÑAS:
Si tu libro es bueno, te llegarán solas. Las reseñas están bajo
sospecha de amiguismo y de escasa objetividad. Eso lo sabemos todos. Solo si
son espontáneas serán fiables. Yo nunca he solicitado que me hagan una reseña
y, así todo, me han llegado veinte. Incluso, de algunas me he enterado porque los
mismos lectores me avisaron que la habían visto.
La verdad de un libro no está en ninguna reseña, sino en el
propio libro. Si el lector compra tu obra guiado por las consignas de una
reseña “de compromiso” (por llamarlas de algún modo), y se encontrará con que
no es lo que esperaba, el reseñador perdería su credibilidad y el escritor perdería
un lector. Para siempre.
2. BUSCARÍA LECTORES:
Los escritores solemos movernos en un delicado equilibrio
entre la necesidad de vender y nuestra vocación literaria. Pero no debes perder
el norte. Procura que cada venta sea un lector. Acuérdate del ejemplo del
taladro. Las ventas son el camino hacia lo que realmente necesita un escritor:
LECTORES.
3. NO AGOBIARÍA:
Como explica Mariana Eguaras (Link),
no seas cansino.
Cuando empecé en Twitter, utilizaba el 90% de mis tuits diarios
(unos quince), en la promoción del libro. Hoy lo tengo reducido a cinco, a
veces seis, pero basados en una promoción indirecta por medio de testimonios obtenidos
de la interacción con los lectores. La idea es demostrar que el libro es bueno,
pero no porque lo diga yo, sino porque lo dicen los lectores. En definitiva, la
mejor referencia es la opinión de quienes han pagado por leer tu obra.
Por eso es importante el punto 2: Busca lectores, interactúa
con ellos.
4. OFRECERÍA CONTENIDOS DE VALOR:
Algunas web especializadas recomiendan un blog exclusivo para
el libro. A mí, como internauta, me parece poco interesante. De hecho, prefiero
las de autor que, además, tengan un apartado para sus obras, pero que me ofrezcan
información valiosa para mis intereses. Si reflexionáis un poco, ¿cuándo nos
convertimos seguidores de un blog o web? Cuando su línea editorial nos aporta
algo, nos soluciona una duda, nos abre nuevos horizontes de conocimiento y, al
mismo tiempo, nos permite entrar en la cocina del autor. Como dice Ricardo Bosque
en literalia.net (Link): «…deja
que el lector te conozca ―qué lees, qué recomiendas, qué te gusta, cuánto sabes
de un tema concreto― y, de un modo natural, llegará a tu novela.». Lo mismo
ocurre con las RRSS.
Pero no creáis que he llegado a esta conclusión yo solito.
No, no. Esto lo aprendí de Dale Carnagie:
«[…] el único
medio de que disponemos para influir sobre el prójimo es hablar acerca de lo
que él quiere […]»
Si solo hablamos de lo que a nosotros interesa ―vender
libros―, pocas personas se interesarán. Sin embargo, la esencia de esto es la
HONESTIDAD y la palabra clave es COMPARTIR. Comparte conocimientos, ideas,
siempre vinculados a tu línea editorial, a tu vocación, sin importar si
provienen de artículos ajenos o son de elaboración propia. Te lo agradecerán,
conocerán al ser humano que hay detrás de tu libro, se meterán en tu cocina
(que no en tu vida privada) y confiarán en ti.
5. INNOVARÍA:
Las redes sociales están plagadas de spam de “mejores
novelas del año”, de “novelas diferentes”, de “novelas que te atraparán”, de “historias
de amor emocionantes”, de “novelas policiales trepidantes”. Grábatelo a fuego
en los sesos: Nadie le cree a un vendedor que no conocen.
Volvemos al punto 2: Si en lugar de obsesionarte con las
cifras de ventas, te dedicas, con honestidad, a buscar lectores e interactúas
con ellos, ellos mismos te darán las pistas de sobre los aspectos de tu obra en
los cuales puedes apoyar la promoción. Es más, esos mismos lectores se
convertirán en “agentes comerciales ad
honorem”. El 23% de mis ventas vienen por recomendación de otros lectores.
En un post anterior (Link)
escribí que autopublicarse es un camino duro pero es un camino digno. Si
navegamos un poco por la red, advertiremos que hay infinidad de artículos sobre
las ventajas y desventajas de autopublicar. Todos, o casi todos estos
artículos, se refieren a la autopublicación digital, y la plantean como una
especie de plan b frente a los sucesivos rechazos editoriales, o como respuesta
a malas experiencias de publicación mediante editoriales. Pero la verdad es que
me gustaría ser todopoderoso y cambiar esa imagen negativa que produce la idea
de que autopublicar es un plan b, porque implica un fracaso previo, y no es mi caso.
Yo jamás envié, ni siquiera una frase, a ninguna editorial, y
me molesta caer en el mismo saco de los que optan por el plan b. La esencia de
mi postura es sencillita: fidelidad a mis convicciones. Los que me seguís
sabéis que considero que las editoriales y yo jugamos partidos diferentes en
deportes diferentes, pero cada uno con razones muy válidas. Con esto quiero
decir que no solo comprendo las políticas de las editoriales, también las
justifico. Son inevitables. No hay margen financiero para romanticismos.
Tampoco he optado por la publicación digital (el papel, como
el sur, también existe), aunque lo haré, pero cuando considere que condiciones estratégicas son las adecuadas.
La sensación que tengo es que los autores solo abogan por la
publicación digital por cuestiones económicas, sea por la gratuidad del
servicio o por los márgenes de rentabilidad (asunto que habría que analizar
detenidamente). Pero es solo eso, una sensación. Lo cierto es que, según un
informe de Strategy Analytics (Link),
se prevé que la lectura digital abarque un 23% del mercado editorial, pero ¡en 2020!
Está claro que la publicación digital derriba las fronteras geográficas. Un
lector de México puede acceder, a bajo costo, a un libro de un autor de España.
Eso se traduce en una masa potencial de lectores muy interesante, pero también
crece exponencialmente la cantidad de escritores que optan por este formato.
La pregunta del millón, a la cual cada uno debe responder en
su intimidad, es: ¿vamos a desperdiciar ese 90%, con los valores añadidos que
tiene el libro de papel en términos de consolidación de marca de autor? Tengo
muy claro, porque nadie me ha demostrado lo contrario, que en la actualidad,
para entrar en el mercado digital con alguna probabilidad de éxito, hay que
llegar con una trayectoria sustentada por una estrategia previa. Caso
contrario, sería un escritor más en una jungla de escritores que pugnan por
entrar en el Top 100.
Gracias por tu visita.
«Todas son buenas chicas» (Link).


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