La primera intención de estas trastiendas es
abrir una puerta para que el lector pueda entrar en la cocina de mi escritura.
La segunda es un intento de mostrar las bondades de las técnicas narrativas.
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Geranios / 1888, óleo sobre tela.
Geranios: Colección Hyde, Glenns Falls, Nueva York.
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Uno de los pilares del andamiaje narrativo,
además del narrador, los personajes y el espacio, es el tiempo. En general se
aconseja que la temporalidad de un relato no abarque más de unos días, si acaso
unos meses. Esto no significa que no se pueda escribir en media docena de
folios una historia que abarca veinte o treinta años, pero requiere mucho
dominio técnico. El problema es evidente cuando el escritor se sirve del resumen para
transitar esos veinte años, lo cual implica que, necesariamente, habrá de
EXPLICAR los hechos en lugar de MOSTRARLOS con escenas vivas en las cuales el
lector observe a los personajes en acción.
Para evitar esto, el escritor debe
seleccionar los hechos significativos (los que importan al tema y la trama),
desarrollarlos en escenas concretas, y utilizar los resúmenes y las elipsis como
bisagras; todo ello combinado con el uso de las anacronías que el relato, o la
estrategia de tensión, exija (flash back, flash foward, in media res, etc.).
En «Todas son buenas chicas» hay tres cuentos
que abarcan una temporalidad extensa: «Lirios amarillos», «A Constance, con
emoción» y el que les presento en esta trastienda.
UN GERANIO NO SE SECA NI DÁNDOLE PATADAS
En las clases de técnicas narrativas no me
canso de repetir que lo que leemos de nuestros autores preferidos sea, quizás,
un diez por ciento de lo que han escrito. Nunca sabremos bien cuánto han echado
a la papelera.
La versión original de «Un geranio no se seca
ni dándole patadas» se titula (aún existe) «Albahacas y romeros» y, aunque mis escasos
lectores beta estaban encantados, yo intuía un defecto básico: no tocaba el
hueso del conflicto, faltaba algo que se trizara, o al menos que estuviese a punto
de quebrarse. Básicamente, el tema no estaba objetivado y el relato derivaba en
una anécdota, simpática, sí, pero que no dejaba de ser una anécdota. Incluso, hasta
el discurso narrativo me parecía un tanto estructurado. Así que «Albahacas y
romeros» quedó confinado en el cajón de terapia intensiva. Digo esto porque la
historia contenía escenas que me gustaban, y tenía la secreta esperanza de que algún
día pudiese rescatar varias de ellas para conformar una historia nueva. Esto ocurrió
luego de algo más de dos años.
«Un geranio no se seca ni dándole patadas» es
una historia que se desencadena en el transcurso de unos días, pero cuyos
antecedentes del conflicto había que buscarlos veinte años atrás. El relato es
un largo flash back que sustenta el
presente. Como un iceberg, donde la parte sumergida ―el pasado― mantiene a
flote la parte visible del témpano. Ese juego con la temporalidad, sumado a la
selección adecuada de las escenas articuladas con resúmenes y elipsis, es lo
que posibilita que un argumento digno de una novela se convierta en un relato.
Es un relato que coquetea con el romanticismo,
pero también con una especie tragedia. Muchos lectores me han manifestado que «Un
geranio no se seca ni dándole patadas» está entre sus preferidos de la colección.
Eso me satisface porque, junto a «Lirios amarillos», es un cuento que me dejaba
algunas dudas. Ahora entiendo a Gabriel García Márquez cuando decía que él no
releía sus libros porque le daba miedo. Cuánta razón.
Como excepción, y sin que sirva de precedente,
dejo a continuación un enlace a la versión original de «Albahacas y romeros».
Los que habéis leído «Un geranio no se seca ni dándole patadas» os encontraréis
con paralelismos, incluso escenas muy similares, pero con dos historias
completamente diferentes. Tened en cuenta que «Albahacas y romeros» es un
relato que no ha cuajado y que haciendo esto le doy un destino digno: Servir,
al menos, como ejemplo de las encrucijadas del proceso creativo de su autor.
►►►Leer «Albahacas y romeros»◄◄◄
Gracias por tu visita.
«Todas son buenas chicas» (Link).

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