Como
todos, he leído muchos decálogos de escritores. En mi opinión, algunos de esos consejos
son verdades literarias universales (si es que existen), y otros son verdades
personales, fruto de la experiencia o perspectiva del autor.
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Lo que tengo en mi pared de enfrente. |
Ahora,
imaginemos que intentamos aplicar estos últimos (los personales) a nuestra propia
realidad. Veamos un par ellos, los que creo que son los más repetitivos: Escribir
“x” cantidad de palabras diarias o establecer una rutina. Vamos, que para mí,
que soy la personificación del caos, eso significaría que estoy condenado. Yo
escribo todos los días… pero puedo estar una hora o doce, y jamás he contado
las palabras. No digo con esto que esos consejos no sean válidos, porque lo son,
y muy válidos. Solo digo que yo no puedo atarme a ninguna rutina. Por eso me
identifico con Onetti. Y, siendo honesto, en el plano literario, tengo otras
inquietudes.
Acabo de
escribir «consejos de grandes escritores» en Google, y han aparecido,
aproximadamente, 911.000 resultados. Entonces, se me acaba de ocurrir que,
quizá, si me leyera todos-todos-todos los enlaces, sería como hacer un máster
de escritura y me convertiría en un autor de libros memorables, y mis citas
serían célebres y poblarían las redes sociales. Sin embargo, luego de treinta y
nueve años jugando con el lenguaje, estoy convencido de que cada escritor
debería elaborar sus propios consejos y guardarlos en su caja de herramientas.
Yo tengo
mis propios auto-consejos de escritor, algunos en forma de pósits bien a la vista (lo aprendí de Raymond Carver),
otros que son reflexiones escritas en una libreta. En realidad, son premisas
que guían mi propia visión de la literatura, o mejor dicho, de lo que yo
pretendo de mi literatura. Algunos de ellos son los que enumero a continuación. Si al menos uno les resulta
útil, cógedlo, pero recordad que son fruto de MI experiencia, MIS lecturas y MI proyección personal sobre el arte de escribir.
- No hagas de las palabras un fin en sí mismas. Solo son el vehículo que transporta tu historia. No las uses para maquillar el relato. Al fin y al cabo, el lector no se acordará de tus palabras «asombrosas», solo recordará la experiencia emocional que tu historia grabó en su intimidad.
- Los adjetivos no están prohibidos, eso es un tópico. Pero úsalos con sensatez. Los adjetivos deben agregar una información útil. En literatura solo hay dos tipos: atributivos y valorativos. Evita estos últimos, que generalmente son los antepuestos.
- Sentimiento no es sensiblería..
- No encadenes los personajes a la pata de tu silla. No hables por ellos, ni expliques sus emociones. Déjalos salir a escena. Permite que el lector los vea y los juzgue con sus propios criterios.
- En un buen libro, importan más las emociones del lector que las explicaciones del autor.
- Cuida la visibilidad de tu historia. Evita las abstracciones como si fueran la peste verde. No escribas “Juan era pobre y muy trabajador”. Muestra su pobreza y ponlo a trabajar.
- Las descripciones son importantes si cumplen una función en la trama. Acuérdate del revólver de Chéjov. No uses las descripciones para alargar el relato ni para demostrar lo bien que escribes.
- Leer mucho solo te convierte en un buen lector. Lee mucho, sí, pero lee como escritor. Toma apuntes.
- ¿Cuántas veces has leído que en narrativa es tan importante lo que se dice como lo que no se dice? Es cierto, pero no confundas la importancia de lo que no se dice con jugar a las escondidas con el lector.
- Coge un pósit amarillo y un rotulador rojo, y escribe esto: «El primer borrador es una mierda» (Ernest Hemingway). Luego, pégalo en la pared, justo enfrente de tu silla de escritor.
- La diferencia entre un escritor con oficio y otro mediocre radica en el tiempo que invierte en las revisiones, y en que si algo no funciona, el profesional lo elimina sin ninguna compasión. Como escribió Gabriel García Márquez en el prólogo de Doce cuentos peregrinos: «un buen escritor se aprecia mejor por lo que rompe que por lo que publica». Puedes escribirlo en otro pósit.
- La gramática no es una norma, es una herramienta. Pero, como con toda herramienta, para aprovecharla al ciento por ciento, hay que conocerla.
Gracias por tu visita.
«Todas son buenas chicas» (Link).
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