4/06/2015

Las capas superficiales de la escritura

Todos los que estamos ligados a la literatura, lectores y escritores, habremos leído u oído alguna vez que José Saramago, luego de escribir una novela a los veinticinco años, calló (literariamente) durante otros veinte porque «no tenía nada interesante que decir». Los que no lo sabían, podéis leerlo en una entrevista en este LINK.
Lo que dijo Saramago no fue nuevo, algo parecido dijeron Camilo José Cela, Óscar Wilde y
Raymond Chandler
Raymond Chandler
. Incluso, creo que en la actualidad se ha convertido en una frase hecha de la literatura. A pesar de ello, y en esto me incluyo, hablamos mucho de técnicas narrativas, del estilo, de las estrategias de publicación y promoción, pero nada o casi nada acerca de si en el sustrato de la historia que contamos al lector, también entregamos un mensaje que desnuda nuestra propia existencia.
Ya he hablado en este blog de los dos planos narrativos (LINK): la forma (la que produce el placer de la lectura) y el fondo (la trama propiamente dicha). Sin embargo, desde que escribí mi primera frase con pretensiones literarias, hace casi cuarenta años, he percibido que los escritores que más admiro no solo me han contado una historia, sino que, además,  me han transmitido algo que trasciende las tramas de sus relatos, como si fuese un tercer plano, invisible, que contiene todo el ser y estar del autor en el mundo, de modo único e irrepetible, y que traspasa el significado las palabras. Entonces, esa frase que proclama que «para escribir solo hay que tener algo que decir» (Camilo José Cela), expande su significado: el estilo, el tipo de narrador, la construcción del personaje o el ritmo, son solo las capas superficiales de la escritura (aunque necesarias).
Todos tenemos algo que decir. Unos lo dicen en el bar, otros en las redes sociales o a su mejor amigo, otros a través de la música, etc. El escritor lo dice escribiendo, pero solo si consigue traspasar esa capa de superficialidad, que tiene mucho que ver con el ego, la autocomplacencia y el postureo, su literatura se convertirá en un espejo de su ser. Entonces sí habrá encontrado su propia voz y la fuerza de su estilo, y todas las técnicas de escritura cumplirán con su objetivo: transmitir con eficacia lo que tiene que decir.



Gracias por tu visita. 

«Todas son buenas chicas» (Link).

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